
- c. 1650 -
Ossett, West Yorkshire
Inglaterra
Las familias piensan a menudo en lo que pueden dejar a sus descendientes, ya sea una gran herencia material o algo aún más valioso de carácter espiritual, como el ejemplo de una fe verdadera y creciente en Cristo. En la Biblia, Loida, la abuela de Timoteo, y su madre Eunice, habían puesto su confianza en Jesús y le habían enseñado a su amado Timoteo acerca de esa fe que habían aprendido anteriormente.
La mayor herencia que había recibido este joven de la ciudad de Éfeso fue la instrucción espiritual de quienes lo precedieron, y el buen ejemplo de estas dos mujeres. De la misma manera, nuestros antepasados fueron aprobados por Dios porque tuvieron fe y nos dejaron un legado valioso que se transmite de generación en generación.
"Doy gracias a Dios, a quien rindo culto, así como mis antepasados, con limpia conciencia, que siempre te tengo presente en mis oraciones, noche y día; anhelo verte lo más pronto posible, siempre recuerdo las lágrimas que derramaste por el evangelio, y esto me llena de alegría; el acordarme de que tú siempre has tenido una auténtica fe por identidad, esta fe que fue heredada primeramente de tu abuela Loida y luego de tu madre Eunice, y que ahora está en ti" (2 Timoteo 1:3-5).
Pueden pasar días, meses y años pero aún conservo en mi memoria los himnos que mi bisabuelo (1920-2000) escribía cuando yo era apenas un niño. Lo recuerdo en cada rincón de su casa, plasmando en papeles viejos las profundas experiencias que tuvo con Dios. Las innumerables horas que pasó orando y leyendo la Biblia acompañado de una añosa guitarra. "La Vid del Señor", "Cristo quiero alabarte sólo a Ti", "Jesús tú eres mi Dueño", fueron algunos de los himnos de su vasto repertorio. Su madre Serafina Leonor Sofía (1898-1957), apasionada soprano y pianista, le enseñó que a veces las personas pueden crecer en un contexto difícil para que nuestro entendimiento espiritual se eleve y podamos ver las cosas buenas que vienen de Dios.
Esto también se lo transmitió a mi abuela Leonor R. Foster (1946-2022), quien tenía una fe digna de admirar y se caracterizaba por su bondad, humildad y amor hacia el prójimo. Su fe era sencilla, honesta y en todo momento anunció con alegría el Evangelio, motivada por la declaración de fe que repetía una y otra vez "firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno, que Jesús nos ve". Disfrutaba sirviendo al menesteroso, ayudando a las personas sin hogar y orando por las almas perdidas. Le gustaba mostrar a los demás el amor y la compasión que Dios le había mostrado, incluso con aquellas personas difíciles, que desesperaban de la gracia de Dios.
Detrás de esta piadosa mujer de Dios estaban las constantes oraciones de su padre, su abuela y hasta su noveno bisabuelo Richard Foster (1648-1730), quien en 1730 murió tras sufrir fuertes dolores por estrangulamiento, no sin antes dar un buen ejemplo y "elevar muchas fervientes oraciones a Dios por su descendencia, por su posteridad" según consta en un documento de principios del siglo XVIII.
Un Legado Que Perdura Para Siempre
En un pequeño pueblo de Inglaterra, a finales del siglo XVII, vivía un hombre llamado Richard Foster (1648-1730), perseguido por sus firmes creencias. Este era mi undécimo bisabuelo, un cristiano piadoso y sólido, conocido en aquellos días por su fe inquebrantable y su dedicación a predicar la Palabra de Dios.
El viernes 2 de abril de 1706 utilizó su casa de Ossett como lugar de culto disidente y al final de su vida sufrió severos dolores de estrangulamiento durante un tiempo considerable, en una época en que era peligroso no ajustarse a la religión protestante oficial y se hacían grandes esfuerzos para atrapar a quienes sostenían una opinión diferente.
En aquellos años, los predicadores tenían que tener licencia y, por lo tanto, podían celebrar sus propios servicios en sus propias casas, pero nada más. Se les prohibió reunirse en otros lugares de Inglaterra, se les excluyó de todos los cargos civiles y militares y no se les permitió ingresar a las universidades. Pasaría más de un siglo antes de que estas restricciones comenzaran a levantarse, pero a pesar de los desafíos que enfrentó, Richard nunca se rindió y continuó confiando en el Señor, compartiendo su mensaje de esperanza con todos los que lo rodeaban.
La Iglesia de Inglaterra se describía a sí misma como católica y reformada, con el monarca inglés como su gobernador supremo, y aunque las vidas de muchos cristianos estaban en peligro, se hacía un esfuerzo simultáneo por preservar las virtudes del cristianismo, mientras muchos se adaptaron al nuevo pensamiento racionalista y científico. Los disidentes sentían que sus vidas estaban dirigidas única y exclusivamente por Dios y fue esta confianza absoluta en Él lo que obligó a estos grupos protestantes a distanciarse de la controversia religiosa dentro de la iglesia establecida.
Para ellos, Jesucristo era la única cabeza de la Iglesia, y la Escritura era la única regla suficiente de fe y conducta, oponiéndose así tanto a los credos como a los oficios de la Iglesia de Inglaterra. Todos los que ocupaban cargos bajo la Corona debían prestar juramento de lealtad y supremacía, firmar una declaración que repudiaba ciertas enseñanzas y recibir instrucciones de acuerdo con la Iglesia establecida.
En 1703, la reina Ana de Gran Bretaña (1665-1714) recibió una delegación de estos predicadores, quienes debían presentar su declaración de lealtad al acceder al trono. Los recibió con gran descortesía y absoluto silencio, pues su lealtad personal a la Iglesia de Inglaterra era genuina y sincera, pero excesivamente intolerante.
Fueron años difíciles, pero estos hombres y mujeres asumieron la gran tarea de continuar la obra de Dios distribuyendo sermones impresos y predicando fervientemente la Palabra de Dios. Dotados de sabiduría, humildad y coraje, actuaron con determinación y fe, inspirando a otros a seguir el mismo camino de obediencia a Dios, sin importar las circunstancias.
A pesar de las epidemias y persecuciones que mataron a muchas personas en el área de Wakefield, a través de estos predicadores el Evangelio continuó llegando a todos los pueblos y muchos respondieron al llamado de Dios de ser testigos de luz para el mundo. Cuando a Richard Foster se le concedió permiso para celebrar reuniones en su casa en 1706, se unió a muchos otros predicadores que estaban ansiosos por recibir a los fieles a pesar de los recientes enjuiciamientos y encarcelamientos. Fue durante esta época que comenzó a gestarse la idea de un nuevo edificio, que luego concluyó con la construcción de la llamada Iglesia Congregacional a principios del siglo XVIII.
El lugar de reunión de los fieles fue originalmente el taller de prensado de Richard Foster, quien dejó a un lado su tienda para que predicara el reverendo Thomas Dickenson (1669-1743), su yerno, un ministro británico inconformista de Northowram, sucesor de Oliver Heywood (1630-1702).
Una escritura de fideicomiso de 1710 describe la casa como un "lugar de reunión para el culto religioso de los protestantes disidentes". El nuevo edificio se construyó finalmente tras el aumento de las suscripciones públicas en 1732/33 y desde entonces muchos pastores predicaron allí.
La iglesia original fue descrita casi dos siglos después como una estructura básica parecida a un granero con establos para los caballos de muchos miembros que viajaban desde lejos para adorar a Dios, en tiempos de mucha oposición. El canto estuvo acompañado de un violonchelo.
¡Cuán difícil nos resulta hoy darnos cuenta de cuánto coraje y determinación se requirió de estos hombres cuando se esperaba que se ajustaran a la Iglesia de Inglaterra, sus creencias y la forma litúrgica del servicio!
Un documento de 1731, escrito por el reverendo Thomas Dickenson (1669-1743), su yerno, sucesor de Oliver Heywood (1630-1702), describe la dedicación y el carácter de Richard:
"Temió a Dios desde su juventud y superó a muchos otros en dones y conocimientos, y Dios lo honró haciéndolo eminente también en gracia y utilidad. Era un cristiano sólido y juicioso, estrictamente piadoso y devoto en sus deberes para con Dios y concienzudo en sus tratos con los hombres".
"Fue un esposo sumamente bondadoso e indulgente, un padre afectuoso y tierno, y estoy convencido de que lo extrañarán mucho en este lugar, porque hay pocos que piensen como él, que sean tan capaces y estén tan dispuestos a entregarse a Dios".
Extracto de una carta escrita el 11 de marzo de 1731 por el reverendo Thomas Dickenson (1669-1743) (yerno de Richard Foster) a su hija Mary Dickenson (1717-1804) (nieta de Richard Foster) en Londres, Inglaterra, cuando tenía 14 años.
Otro valioso documento conservado que se ha transmitido de generación en generación, escrito por Thomas a su hija, se refiere al carácter de Richard y su fe en Dios hasta el momento de su muerte. El sermón enviado junto con esta carta es 12 veces más largo y muestra un gran respeto por su querida hija y suegro.
"Mi querida hija, en respuesta a tu ferviente y reiterada súplica, por fin he redimido algo de tiempo de mis otras ocasiones necesarias y apremiantes para transcribir el sermón que prediqué en Ossett el 18 de septiembre de 1730, siendo el día en que mi querido y honrado suegro, tu buen abuelo, fue llevado a la tumba, habiendo terminado su carrera en este mundo, a los setenta y ocho años de edad".
"Los hijos y los nietos pueden y deben considerar una gran y valiosa bendición ser la posteridad de aquellos que temieron a Dios, ocuparon su tiempo y lugar en el mundo para buenos propósitos y fueron útiles en su generación, quienes les han dado un buen ejemplo en todos los aspectos y deberes del Evangelio, les han dado muchas instrucciones piadosas y sinceras y han ofrecido muchas oraciones inocentes y fervientes a Dios por ellos".
Extracto de una carta escrita el 11 de marzo de 1731 por el reverendo Thomas Dickenson (1669-1743) (yerno de Richard Foster) a su hija Mary Dickenson (1717-1804) (nieta de Richard Foster) en Londres, Inglaterra, cuando tenía 14 años.
La historia de Richard Foster es un ejemplo inspirador de cómo la fe, la confianza en Dios y la oración pueden perseverar ante cualquier adversidad. Su legado de fe continúa hasta el día de hoy, recordando a muchos la importancia de permanecer firmes en nuestra fe, orando por las generaciones futuras, hasta que Cristo venga por su iglesia.
Finalmente, después de pelear la buena batalla, Richard (1648-1730) fue enterrado el 18 de septiembre de 1730 con su padre Richard Foster (1622-1710) en el antiguo cementerio anglosajón de St Peter and St Leonard en Horbury, Yorkshire, Inglaterra.
Las fervientes oraciones de estos hombres de fe que vivieron su vida consagrada llevaron a Dios a derramar su misericordia sobre las generaciones siguientes. Y no fue en vano, las situaciones adversas que tuvieron que atravesar.
La posteridad del anciano siervo de Dios fue grandemente bendecida, ya que muchos de ellos fueron pastores en diferentes regiones de Inglaterra. Su nieto, Benjamin Dickenson (1719-1798), fue uno de los fundadores de Square Independent Chapel y pastoreó con Titus Knight (1719-1793) en Halifax, la iglesia en la que John Wesley predicó en julio de 1772.
Cuando John Wesley (1703-1791) visitó esta congregación, escribió:
"Mi viejo amigo, Titus Knight, me ofreció el uso de su nueva reunión, más grande que la del Dr. Taylor (1694-1761) en Norwich, y terminó con la mayor Gracia; pero pensé que habría más personas asistiendo al aire libre, así que prediqué a una gran multitud en el mercado de las vacas."
Benjamin Dickenson, nieto de Richard e hijo de Thomas Dickenson (1669-1743) y Hannah Foster (1674-1763), fue fuertemente influenciado por las enseñanzas de Wesley y llevó la Palabra de Dios en Halifax y sus alrededores.
En 1806, Richard Foster, bisnieto de Richard Foster (1648-1730), ofició el matrimonio del reverendo Thomas Taylor (1766-1853) con Mary Rawson. Taylor fue pastor de la Iglesia Congregacional entre 1795 y 1808, y durante este tiempo se bautizaron 575 personas, incluido su hijo, Thomas Rawson Taylor, que vivió 27 años. Aunque su vida fue trágicamente corta, dejó un legado en forma de sermones, poemas e himnos y es mejor recordado por sus palabras: "No soy más que un extraño aquí, el cielo es mi hogar", que se dice que fue escrita alrededor el final de su vida.
Muchos años después de la muerte de Thomas Rawson Taylor (1807-1835), el compositor de la música de "Onward Christian Soldiers", Sir Arthur Seymour Sullivan (1842-1900) puso música a sus palabras. "Onward, Christian Soldiers", se convirtió en el himno más popular de Sullivan y el tema del himno está tomado de referencias en el Nuevo Testamento al cristiano como un soldado de Cristo, por ejemplo, II Timoteo 2:3: "Tú, pues, soporta las dificultades, como buen soldado de Jesucristo".
El reverendo Thomas Dickenson (1669-1743), digno ministro del Evangelio, "fue eminente y ejemplar en su piedad y utilidad", y fue un gran testimonio en todas las etapas de la vida, viviendo con mansedumbre y caridad universal. Durante mas de 40 años continuó con una luz brillante en Northowram, compilando The Nonconformist Register of Baptisms, Marriages, and Deaths: 1644-1702, 1702-1752, generalmente conocido como The Northowram of Coley Register después de la muerte de Oliver Heywood (1630-1702).
De su muerte, el documento registra: "El reverendo Sr. Thomas Dickenson, ministro en Northowram, murió el 26 de diciembre de 1743 a la edad de 73 años alrededor de la una de la mañana. La naturaleza estaba muy agotada, alrededor de julio o agosto apareció una decadencia visible que fue aumentando gradualmente hasta el momento de su muerte."
"Era un ministro eminente, servicial y fiel de la palabra de Dios, manso y humilde, un padre amoroso y tierno, un esposo amoroso. Un amigo sincero y vecino social, un compañero alegre, muy templado, tenía una memoria inusual, vivía bien y se superó buscando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la eternidad."
Hoy, más de 300 años después, estas personas ya no están físicamente presentes, pero sus oraciones dan testimonio al mundo del Dios en quien confiaron.
Sus historias continúan resonando, recordándonos la importancia de confiar en el Señor Jesucristo en todo momento. Aunque este cuerpo nuestro se vaya desgastando, por dentro nos renovamos día a día y a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.
Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros. ¡Gloria a él en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones desde hoy y para siempre! Amén. (Efesios 3:20-21)
Este sitio está desarrollado por Westcom, Ltd., y actualizado por Ezequiel Foster © 2019-2024.