Pocos acontecimientos tuvieron consecuencias tan determinantes para la historia argentina o, mejor, rioplatense, como la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. La caída del poderoso sistema federal encabezado por el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas, el inicio de un rápido proceso de organización constitucional en la Confederación Argentina, la separación de Buenos Aires de ella y su existencia como Estado independiente durante algunos años, el fin del predominio federal en esta provincia y el regreso del Imperio brasileño a una posición preponderante en el Río de la Plata fueron las principales, todas ya evidentes en los meses posteriores al combate.

Otras derivaciones de Caseros fueron menos importantes para la "alta política", pero no por ello menos dramáticas. Fue el caso del saqueo general de decenas de tiendas en todos los barrios porteños, que comenzó en la madrugada del 4 de febrero de 1852 y concluyó esa misma noche con una masacre de saqueadores. Se trató de una de las jornadas más trágicas de la historia de Buenos Aires y el inicio sangriento de una nueva década de conflictos.

Todas las soldadescas dispersadas y la que estaba en la ciudad, desmandada en partidas con la plebe, se pusieron a saquear las casas de comercio.

A lo largo de la historia, muchos han sido los conflictos bélicos, en los que, tras conquistar un lugar, los soldados invasores aprovechaban para robar todo aquello de valor que podían y para ello iban provistos de sacos, donde metían todo aquello que podían llevarse.

Ese tipo de robo que pasó a ser conocido como saqueo, en las ultimas decadas se han convertido en episodios recurrentes de la sociedad que reaparecen en forma de amenaza, expectativa o posibilidad latente. Sin embargo, como sostienen muchos autores de libros, esa práctica reconoce una historia mucho más larga que merece ser contada, porque, en su excepcionalidad, en su capacidad para irrumpir en el espacio público y subvertir el orden, saca a la luz las tensiones irresueltas que atraviesan los períodos de normalidad. Así, los saqueos tuvieron un rol protagónico en todas las epocas.

El Gran Saqueo

Durante el siglo XIX, en Santa Fe, una provincia situada en la región centro-este de la República Argentina, al sur del continente americano muchos fueron los reclamos que elevaban los vecinos por saqueos militares, a la luz de sus fuentes documentales.

A partir del año 1860 y hasta comienzos del siglo XX, vecinos de Santa Fe, reclaman por perjuicios ocasionados a su patrimonio, por soldados pertenecientes a fuerzas militares locales, nacionales y paraguayas.

Los saqueos se inician en 1815, con las fuerzas revolucionarias al mando de Francisco Antonio Candioti, y concluyen en el año 1893 con los robos y asaltos de los soldados del Batallón N° 11 de Caballería de Línea.

El tema plantea distintos interrogantes por resolver: magnitud del fenómeno, capacidad operativa de la estructura de las fuerzas militares y del ejército nacional para controlar estos hechos y grado de respuesta por parte del estado a estos reclamos.

A partir del año 1860 vecinos de la provincia de Santa Fe, reclaman por daños y perjuicios ocasionados a su patrimonio, por la acción de soldados pertenecientes a ejércitos locales y nacionales, durante las guerras civiles. A ello se suma las exacciones del gobierno paraguayo, durante el gobierno del Dr. Francia.

Los saqueos se inician en 1815, con las fuerzas revolucionarias al mando de Francisco Antonio Candioti, se suceden en 1816 con las de Mariano Vera, Manuel Dorrego, Eustaquio Díaz Vélez y vuelven a producirse en 1818 con Juan Ramón Balcarce, con carácter de contribución pecuniaria.

Los reclamos por saqueos efectuados en estancias y establecimientos de campo, por las tropas del general Juan Galo de Lavalle en 1840 y 1842, se inician en 1860 y continúan en la década siguiente.

En las mismas décadas se encuentra la información de testigos para comprobar las tropelías de Juan Pablo López; y los daños que ocasionaron las fuerzas que invadieron la provincia el 29 de julio de 1872 con el objeto de deponer al gobernador Dr. Simón de Iriondo.

Las sumarias informaciones reaparecen en el año 1893, para acreditar los robos y asaltos de los soldados del Batallón N° 11 de Caballería de Línea, fuerza afectada a la represión de la revolución radical del mismo año.

En abril de 1839, el general Juan Lavalle inicia su campaña para tratar de derrocar a Rosas, proponiéndose invadir la Provincia de Buenos Aires, desde su exilio en la Banda Oriental si bien en un principio debía dirigirse a esa Provincia, atacando directamente a Rosas tal como lo deseaban los exiliados antirrosistas y unitarios promitentes de Montevideo, marchó hacia Entre Ríos, donde en Yeruá – 22 de septiembre de 1839 – venció al gobernador delegado de esa Provincia.

A partir de aquí, el ejército de Lavalle inicia un rumbo errático, un ir y venir, pasando finalmente hacia el sur de Santa Fe, embarcándose en la flota francesa del Río Paraná y desembarcando en San Pedro, donde se ve acosado por las tropas federales de Pacheco y Oribe. Su pedido de ayuda a Montevideo se ve obstaculizado por los sorpresivos éxitos en la política exterior de Rosas, que comienza a lograr acuerdos con las potencias aliadas extra americanas que lo acosaban. Por esa razón, los jefes franceses recibieron órdenes de abstenerse de intervenir en las guerras interiores de la República del Plata. [1]

Lavalle intenta pasar al interior del país, para tratar de unir sus fuerzas con Lamadrid, a la sazón jefe de la antirrosista Liga de la Coalición del Norte. Interesa, empero, el paso de Lavalle por Santa Fe y los "50 días de desorden, borracheras y escándalo" [2], que significaron la toma de la Ciudad y sus alrededores por estas tropas, ocurrida entre fines de setiembre y el 15 de noviembre de 1840.

La llegada del invasor a la Ciudad, la encuentra en un estado anárquico, situación a que llegó en razón de la muerte (1838) de Estanislao López y la lucha por el poder que se desató cuando su hermano Juan Pablo, creyéndose su sucesor natural, se arroga el derecho a asumir el poder. Además, la ciudad siempre había tenido una actitud dividida y ambigua respecto a Rosas. Urbano de Iriondo en sus "Memorias" afirma que fácil le resultó a Lavalle tomar la Ciudad, ya que quienes estaban en condiciones de defenderla, si bien no querían a Lavalle, "mucho menos querían a Rosas y a don Pablo (López)". [3]

Ricardo Foster súbdito británico, vecino, propietario y hacendado de la provincia de Santa Fe, el 21 de octubre de 1861 se presenta ante el juez de primera instancia en lo civil y expone que entre varios perjuicios sufridos en su establecimiento de Estancia por arrebatos de animales caballar, vacuno y lanar, por tropa suelta perteneciente al ejército nacional, se nota con especialidad el arrebato en la tarde del día 20 de octubre de 1861, de las 2 a las 6 de la tarde, por soldados de las fuerzas que acompañaban al Brigadier General Juan Pablo López, que habiendo separado de la columna y pasado por su establecimiento se lanzaron a arrear caballos, yeguas, ovejas, vacas, matando y arriando a su antojo; corriendo a vecinos, capataz y a un peón.

En vista de esta violación a su propiedad cometida a día claro, y por individuos pertenecientes al Ejército Nacional, bajo uniforme militar y armados de clavinas, sables y lanzas, le suplica se sirva ordenar se reciba sumaria información de los daños que le han causado no solo en el citado día 20 como anteriores, haciendo comparecer para el efecto a los vecinos Juan Nanis, Manuel Cavia, Roque Díaz, Andrés Alvarez, Santos Echauqui, Santiago Sabroso, Gabriel Ferreira, Cirilo Velázquez para que declaren lo que han sabido y visto al respecto y asimismo al comisario Antonio Frutos.[7]

Juan Romero

Esta sumaria de testigos se inicia el 25 de abril de 1863. Romero dice ser de San Clemente, Ciudad La Nueva, España, y domiciliarse en el norte de la ciudad de San José (Rincón). Que en 1840 una división del ejército de Lavalle acampó en la casa y estancia en Los Calchines y terminaron con toda la hacienda; sacaron hasta los postes para leña y quemaron la casa y los acopios de maíz, cueros y grasas, que fueron traslados a la Ciudad por orden del Jefe del Departamento de San José, a disposición del gobernador delegado Pedro Rodríguez del Fresno. Los testigos hablan de cuatro a cinco mil cabezas de vacunos, 100 caballos y 2000 ovejas. También se llama a testificar al mismo Rodríguez del Fresno, quien afirma que los acopios se trasladaron para que la Ciudad, sitiada, no muriese de hambre y que el mismo Romero sirvió como baqueano en el traslado de las cosas. [8]

Manuel Perdomo

Su presentación es del 28 de marzo de 1863. Allí dice ser natural de las Canarias y que tenía su establecimiento agrícola en "Los Calchines, donde perdió todas las haciendas y le fue quemada su casa de negocio en esta Ciudad, cuando Lavalle la tomó. Perdió 1.000 vacunos, 400 ovejas y 25 caballos". Estima el valor de un novillo en 3 a 4 pesos, un caballo 12 reales y una oveja de 5 a 6 reales. [9]

Francisco López Navarro

El 12 de mayo de 1863, se presenta este andaluz, natural de Alejas reclamando por un establecimiento en el Cantón de San Pedro donde, por su destrucción, perdió 800 vacunos, 30 yeguas, 1.500 ovejas y 25 caballos. Agrega que en la Esquina de San Antonio,[10] tenía un negocio que fue completamente saqueado, siendo el valor de los daños de $1.000. El testigo Raimundo Piedrabuena da precisiones y aclara que no fue el ejército de Lavalle, sino el de López (Juan Pablo), que venía en persecución de aquel y que lo sabe por haber formado parte de ese ejército. Otro testigo, Celestino Pavón, afirma saberlo por haber sido soldado del coronel Andrade, cuyas tropas hostigaban a Lavalle. [11]

Juan Rodríguez de Andrade

El 21 de marzo de 1865 comparece su viuda Isabel Aldao. Rodríguez de Andrade era teniente de artillería y natural de Galicia. Su viuda pretende reclamar por daños a través del cónsul español. Tenían un almacén en la calle Comercio, a una cuadra al norte de la plaza principal, que fue completamente saqueado, perdiéndose un capital que se estima en $3.000 y un establecimiento de campo a cuatro leguas de la Ciudad, en la otra banda del Salado, destruido por las fuerzas de Lavalle y López, perdiendo 2.000 vacunos, 600 ovejas, 300 yeguarizos y algunas cabras. Los testigos dicen que los saqueadores rompieron la puerta del negocio a balazos y hachazos. [12]

José Clucellas y Golobardes

El 9 de diciembre de 1862 Ana Ruiz de Clucellas de esta naturaleza y vecindario, viuda de José Clucellas y Golobardes, oriundo de Manresa (provincia de Cataluña - España), se dirige del mismo modo al juez de primera instancia en lo civil manifestando que conviniendo a sus derechos acreditar legalmente los perjuicios y saqueos que ha sufrido el 31 de marzo y 1° de abril de 1816, por las fuerzas argentinas al mando de Mariano Vera; solicita se le admita al efecto la sumaria información que ofrece.

En esa época la casa de comercio afectada, era una de las tiendas que se encontraba mejor surtida, y era también uno de los negocios más fuertes de la plaza.

El capital de la casa de negocio en cuestión pasaba de doce mil pesos. Si a esto se agregan los frutos del país, de los que había grandes acopios en los almacenes interiores, resultaba prudente calcular que los perjuicios originados no bajaban de $ 20.000 a 25.000. [13]

Joaquín Pérez

En el año 1864 Joaquín Pérez produce información sumaria para ser declarado pobre de solemnidad y acreditar los perjuicios recibidos en sus intereses en 1840 por las tropas del general Lavalle. [14]

Feliciano Barco

La promueve el 1º de agosto de 1864, patrocinado por el Dr. Iriondo quien manifiesta que Barco, cuando llegó Lavalle, era propietario de un importante establecimiento de campo y que el Ejército libertador tomó todas las haciendas, prometiendo devolverle "el doble" de lo que se tomó. "Mi representado – prosigue- no sólo entregó sus intereses todos; sino que, como es notorio, él y sus hijos lo acompañaron en todas sus campañas". Barco perdió más de 2.000 vacunos, 100 bueyes, 200 caballos, 4.000 ovejas y 800 yeguas; entregó carretas con bueyes y le quemaron los corrales. Su abogado no ahorra calificativos, seguramente destinados a impresionar ("...Este anciano sacrificó sus comodidades, sus intereses cuantiosos y hasta su familia, para servir una causa y enrolarse en un ejército que marchaba contra un tirano del que sólo después de muchos años, se ha podido el país librar. Con su trabajo sostiene a su familia a la edad de más de 70 años (y) quizá una justa retribución aliviaría sus tareas").

El testigo Pedro Rodríguez del Fresno dice que: "...En presencia del exponente y de don Félix Arias, don Feliciano Barcos (sic) le ofreció al general Lavalle para el servicio de su ejército, todos sus intereses, su persona, la de sus hijos y bienes de su estancia y que en esta virtud, el General dispuso de ellos, prometiéndole restituirle el doble; y que el expresado señor Barco con sus hijos y peones marchó con el citado Ejército y lo acompañó hasta lo último, prestándole al general Lavalle importantes servicios; y que a más perdió un hijo en la Batalla Grande del Tucumán...". Manuel Col afirma, dando razón de sus dichos, haber presenciado lo mismo "...Como ciudadano que pertenecía a la Legión de Mayo del citado Ejército; y que se halló presente cuando Lavalle le prometió devolverle no sólo el doble sino el tres por uno...(y que) el señor Barco marchó con sus hijos y peones en el citado Ejército...hasta que se disolvió y perdió un hijo que fue muerto en la Batalla de Tucumán".[15]

En la primera época Santa Fe lucha por cercenar la dependencia respecto de Buenos Aires, de aquí que las áreas afectadas por la acción de las tropas, sean la ciudad de Santa Fe y zonas de influencia.

En los años posteriores a la organización nacional, los gobiernos de Pascual Rosas, Nicasio Oroño y de Simón de Iriondo servirán de telón de fondo a nuevos saqueos.

Hacia fines de siglo el Batallón N° 11 de Caballería de Línea interviene sofocando la revolución de 1893, produciendo daños en el comercio santafesino y en las localidades que se encontraban a la vera del camino que siguieron las tropas en su avance y retroceso de la localidad de Reconquista.

Las ciudades y pagos más afectados por el fenómeno de los saqueos fueron Santa Fe, Santo Tomé, Calchines, San Pedro, Santo Domingo, Ascochingas, Emilia, Coronda, Gálvez; mientras que en el sur provincial San Miguel en el Dpto. San Lorenzo.

Llama la atención en los casos analizados los exiguos reclamos producidos por vecinos del sur provincial, lo que denota la escasa correspondencia con la historia política-militar.

En los dos casos que tienen que ver con la Guerra del Paraguay no hubo saqueo sino exacción.

Como los reclamos aparecen en la séptima década, son sus mujeres o los herederos del afectado en su mayor parte, los que llevan adelante la tramitación. Un ejemplo lo constituyen los herederos de Buena Ventura Coll y los herederos de José Puyol.

En la presentación de testigos se elige a vecinos conocidos y conspicuos. En la sumaria información de Francisco María Torres y en la de Iroteo Clucellas, aparece esta situación. Si es necesario se recurre hasta el mismo Juez en la causa. No merecía otra cosa el tejo de oro de Iriondo confiscado por el gobierno del Paraguay, a Pascual Andino.

A los testigos se los busca aunque hayan mudado de residencia. Prudencio Torres soldado de Vera reside en el momento de la declaración en San Jerónimo.

Con respecto a las fuerzas militares actuantes, en la primera etapa con anterioridad al año 1862, en ninguno de los casos se menciona a las tropas de Estanislao López. Si a las tropas de Hereñú bajo las ordenes de Juan Francisco Candioti, en 1815, en el caso del español Mariano Comas. También en la sublevación de Mariano Vera (1816) contra el gobierno de Tarragona, y de Juan Ramón Balcarce contra Estanislao López.

Los daños provocados lo son, no solamente por la magnitud sino por la permanencia de las tropas en el lugar del saqueo. Las tropas de Mariano Vera estuvieron 7 días saqueando la ciudad, 28 días las tropas de Dorrego y Díaz Vélez.

Consideración aparte merece el caso de Esperanza, con los colonos en armas por obra de Oroño, según acusaciones del afectado.

La modernización de las fuerzas armadas no alcanza, para lograr la contención por parte de la estructura del ejército de los saqueos, llevados a cabo por integrantes del regimiento 11 de línea, con motivo de la revolución radical de 1893, en el umbral del siglo XX.

En cuanto a las leyes más relacionadas con los saqueos de Lavalle, es posible que hayan entusiasmado a los santafesinos, cansados de años de depredaciones. La dificultad que se evidencia en el requerimiento de "documentos" que acrediten los suministros o los daños, hacía necesario recurrir a "sumarias informaciones de testigos", para acreditar los daños. Es impensable pedir documentos sobre acciones en general clandestinas, forzosas, irregulares y, por lo general, violentas.

Además, entre los damnificados, se presentaron situaciones disímiles. Algunos, por su antirrosismo, acogieron favorablemente la invasión de Lavalle. Otros, fueron saqueados inopinadamente. La causa legal es variada y se presta a confusión.

Queda la duda sobre la operatividad real de estas leyes: ¿Los damnificados, lograron las indemnizaciones pretendidas?.