"En cada lugar hay una historia que no se debe olvidar". - E.F.

Muchos han sido los hombres a través del tiempo que se han embarcado en un viaje hacia lo desconocido, enfrentándose a todo tipo de peligros y trayendo consigo emociones desafiantes. En repetidas ocasiones, estos aventureros ansiosos por explorar nuevas tierras podrían haber renunciado a su ambicioso objetivo, pero no se desanimaron y continuaron estudiando todo lo que se interponía en su camino.

Aún hoy, más de un siglo después de su meritoria labor, todavía es posible apelar a los vívidos recuerdos conservados en la historia para ilustración y ejemplo de las generaciones futuras.

1875: Viaje al Nordeste Argentino

A mediados del siglo XIX, poco se sabía sobre el vasto territorio con límites internos imprecisos del Chaco Austral. A ello contribuyó, entre otras circunstancias, el hecho de que la atención de las autoridades nacionales se centró en solucionar otros problemas de mayor magnitud y urgencia, como los inherentes a la ansiada consolidación de la organización de la República Argentina, retrasado por acontecimientos políticos internos y externos.

Las regiones septentrionales de Santa Fe desde los 29º 2' hasta los 28º de latitud sur, límite actual de la provincia de Santa Fe con el territorio nacional del Chaco, pertenecían todavía al dominio de las tribus salvajes, salvo uno que otro núcleo muy reducido de población blanca incrustado en el desierto que se extendía por la margen derecha del Paraná, río que constituyó la única vía de contacto entre los antiguos asentamientos aguas arriba y aguas abajo creados en la época de la colonización española.

Todo el interior, lo que hoy constituye parte de la provincia de Santa Fe, fueron tierras llamadas misteriosas por la casi total ignorancia en que se mantuvieron, si no fuera por el tránsito fugaz de algunas expediciones blancas, tanto en la época de la conquista hispana, como en la posterior a la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyas expediciones, además, se habían realizado siempre por las regiones cercanas a los ríos y arroyos que las atravesaban.

En esa época, la escasa población del país se asentaba únicamente en las ciudades y pueblos rurales, donde había mejores condiciones de vida y seguridad para realizar las tareas cotidianas; esto no ocurría en las zonas limítrofes con las tribus hostiles que levantaban sus tolderías en el desierto desconocido, lleno de toda clase de peligros y asechanzas de carácter incierto. Pero el paulatino empuje de la creciente economía rural del país, impulsada por una cualificada inmigración europea que poblaba los campos y ávida de nuevas tierras vírgenes para fecundarlas con su trabajo, requería una expansión aún mayor. Así, el gobierno volvió la mirada a las zonas fronterizas en busca de su rápida colonización.

Durante la presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda (1837-1885), el 6 de octubre de 1874, se promulgó una ley por la cual el territorio del Chaco, ubicado en la margen derecha del río Paraná, entre el río Bermejo y el arroyo llamado El Rey, sería administrado por autoridades políticas y municipales, hasta que se promulgue la ley general para la administración y gobierno de los territorios nacionales. Otros artículos de esta ley complementan lo relacionado con el desarrollo, seguridad y colonización del mencionado territorio.

En particular, el N° 10, que dispuso el establecimiento de cantones militares en la margen derecha del Paraná, destinado a reforzar la seguridad de los nuevos pueblos o colonias a delinear, ubicados frente a Rincón de Soto, los pueblos de Bella Vista y Empedrado en Corrientes, y a la ciudad de Corrientes.

Las tierras de estos pueblos se dividirían en solares y lotes de quintas y chacras para su posterior distribución entre las familias inmigrantes que quisieran adquirir parcelas. Para hacer efectiva su materialización, la referida ley se complementó con sucesivos decretos e instrucciones, relacionados con la actuación de las autoridades, con el reconocimiento del territorio y más particularmente con normas para ingenieros o agrimensores.

En virtud de estas instrucciones, se formó una comisión encargada de las distintas tareas, la cual estuvo integrada por el ingeniero Arthur Von Seelstrang (1838-1896), el agrimensor Enrique Foster (1842-1916), el coronel Manuel Obligado (1838-1896) y el señor Aurelio Díaz.

En seis meses, la Comisión Exploradora Foster-Seelstrang (también llamada Comisión Exploradora del Chaco) cumplió sus funciones estudiando y explorando la desconocida costa oriental del Chaco y el 31 de mayo de 1876 presentó un informe detallado al gobierno nacional, describiendo la región y sus características, considerada una obra de incalculable valor histórico.

El reconocimiento realizado abarcó el sector sinuoso de la costa de los ríos Paraná y Paraguay, desde la desembocadura del arroyo El Rey (zona de Resistencia) por el sur, hasta la desembocadura del Bermejo por el norte, comprendiendo entre ambos puntos dos grados y un tercio de latitud, es decir una extensión de más de 193 millas náuticas. Este reconocimiento fue posible con una pequeña embarcación a vapor, único medio de salvar los inconvenientes fluviales de la época, y algunas rutas se completaron por tierra. 

"Con una posición geográfica tan ventajosa como la recién explorada, parecía destinada a formar una de las primeras y más importantes bases de la colonización española, que en un principio trató de establecerse preferentemente en la parte alta de los ríos, fundando las florecientes localidades de Asunción y Corrientes casi al mismo tiempo que la de Buenos Aires; pero el carácter de aquellos ríos y la naturaleza del terreno, opusieron una barrera infranqueable a sus esfuerzos, reservando a nuestro siglo y a un gobierno republicano y progresista, el honor de emprender una obra de la que se retiró el fuerte poder administrativo de la época colonial".

Informe de la Comisión Exploradora del Chaco (1977), op. cit., pp. 17-19.

Los párrafos recientes muestran a grandes rasgos el escenario en el que debió actuar la expedición científica de 1875-1876, para develar el misterio que envolvía aquellas regiones; y, como afirma en su informe escrito, para "realizar estudios y recopilar datos que puedan ser utilizados para la ciencia, siendo útiles, al mismo tiempo, para introducir la civilización en una región tan rica".

¡Qué clara visión del futuro! ¡Si los expedicionarios de 1875 hubieran podido observar con sus propios ojos los resultados de su exploración!

"La complejidad de la red de canales poco profundos y tortuosos que separan las islas verdes, se comprende fácilmente, aterrorizaron a los primitivos pobladores, haciéndolos preferir las altas quebradas de fácil acceso en la margen izquierda del río, a las eventualidades de la penosa navegación de aquellos misteriosos ríos, para buscar un punto donde establecer sus hogares en la nueva patria que eligieron. Por ello, el Chaco permaneció durante siglos, siendo un vasto territorio desconocido, en poder de los salvajes aborígenes; y salvo los jesuitas, que allí vivieron algún tiempo, sólo ha sido visitada de vez en cuando por aventureros que buscaban la valiosa madera que contiene, o comerciaban con los indios, cambiando, a riesgo de su propia vida, artículos de poco valor, por los cueros y plumas, productos de sus cacerías, con las que realizaban un negocio muy lucrativo".

Informe de la Comisión Exploradora del Chaco (1977), op. cit., pp. 17-19. 

Comenzaron su odisea por los ríos y arroyos que conforman el vasto archipiélago que yace en las costas chaqueñas bañado por el formidable río Paraná. Establecieron la existencia del "Pira-cuá", confirmando que no era más que el comienzo del "Paraná-mini" por el lado norte, paralelo a la costa del Paraná, unas dos o tres leguas tierra adentro, desarrolla su curso por terrenos bajos o inundados; pero siendo ésta la que más se acerca a las tierras de cultivo del oeste situadas en lo que los agrimensores de la expedición calificaron como "costa firme", pensaron que parecía destinada a ser la gran arteria para el tráfico comercial del territorio, aunque para esa época les resultaba difícil navegar, debido a las grandes masas de plantas acuáticas (camalotes) que la obstruían durante casi todo el año, cambiando incluso la calidad de las aguas y el sentido de la corriente.

Esa "costa firme" del occidente, que son las tierras altas hoy perfectamente civilizadas y económicamente explotadas en su mayor parte, los expedicionarios sólo podían verlas de lejos desde su embarcación; pero lo señalaron como lugar a propósito para la fundación de colonias y pueblos, sin poder llegar a él por tierra ni por canales poco profundos, por falta de los elementos necesarios, ya que solo contaban con una pequeña tripulación, operando en un barco a vapor que requería de cierto caudal de agua para su navegación.

Calcularon que para ir por tierra habrían necesitado carretas, muchos bueyes, mulas y caballos, comida para seis semanas y un número de peones y soldados de escolta que no podía ser menos de cincuenta personas, porque los indios de la región se mostraban cada vez más hostiles.

"Con razón, en mi niñez, oí muchas veces a mi padre, relatando sus aventuras en el Chaco, afirmar que en infinidad de oportunidades no tenía a su disposición otro alimento que lonjas asadas de carne de jaguar o de puma, ni otro medio de aplacar la sed que sorber el agua de un charco cenagoso a través de la trama filtrante de su pañuelo".

Contribución de la historia del Chaco (Exploración de 1875-1876 y fundación de Resistencia) por el Dr. Ricardo I. Foster (hijo de Enrique Foster). 1937.

Sin duda fue un trabajo tenaz y difícil, y el primero de su tipo realizado por argentinos con un fin puramente científico. Pues bien, sólo se registra un intento al respecto en 1855, con la visita parcial del capitán norteamericano Thomas Jefferson Page (1809-1899).

De esta forma, ese vasto sector costero del Chaco oriental dejó de ser un territorio desconocido, solo visitado por cazadores furtivos, capincheros, intrusos o aventureros, y se abrió al mundo civilizado de entonces con toda su exuberante naturaleza.

Este espacio ha sido creado para recordar la expedición realizada en 1875 y 1876 por la Comisión Exploradora Foster-Seelstrang (también llamada Comisión Exploradora del Chaco) con sus intrépidos miembros y navegantes Arthur Von Seelstrang y Enrique Foster.


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